El profesor como guía cognitivo

Visualicemos la siguiente situación: el profesor asigna una tarea en la que los alumnos deben trabajar en grupo para elaborar una solución al problema planteado. Los jóvenes participan activamente, conversan y debaten entre ellos, se les ve muy motivados. ¿Qué problema podría tener este escenario? De manera resumida, que las conductas observables son un indicador muy engañoso de cuánto se está aprendiendo.

Aprender significa que se ha producido un cambio en nuestro nivel conocimientos a partir de algo que hemos experimentado. Este cambio no es observable, solo se puede inferir si pasado un tiempo el alumno recuerda lo estudiado y lo puede aplicar a una situación nueva. Desde una perspectiva cognitiva dos principios están en la base de este proceso:

  • Tenemos una capacidad limitada para el procesamiento de información nueva, si ésta se excede genera sobrecarga cognitiva e interfiere con el aprendizaje.
  • El conocimiento previo almacenado en la memoria permite manejar mejor la carga de trabajo y facilita el aprendizaje.

La efectividad y eficacia de la enseñanza dependen de si la instrucción que reciben los alumnos tiene presente estos dos principios. En este sentido, importa tanto cómo se presenta la materia como qué se hace con ella. El profesor, además de conocer la asignatura que imparte, es un guía cognitivo, tiene que facilitar que el estudiante seleccione la información relevante, la organice de manera coherente, y logre integrarla en su memoria.

Volviendo al ejemplo de más arriba, los alumnos son los que están dirigiendo su propio aprendizaje. La participación activa que observamos puede fácilmente generar sobrecarga cognitiva si sus acciones rebasan la capacidad limitada que poseen para procesar información. Tampoco podemos desprender de lo que vemos que la retención y comprensión de la materia esté mejorando. Es incluso probable que la motivación disminuya si en el futuro no logran recordar o aplicar lo trabajado.

El punto de partida tiene que ser una comprensión lo más solida posible acerca de cómo aprendemos, fundamentada en la mejor evidencia disponible, que permita conocer cuáles son los componentes de la arquitectura cognitiva del ser humano y los procesos que generan un cambio perdurable en su nivel de conocimientos. Solo así estaremos en disposición de diseñar una instrucción efectiva y eficiente.

La investigación científica de las últimas décadas entrega un conjunto de recomendaciones que ayudan tanto al profesor como al alumno, y que usadas en conjunto permiten mejorar el desempeño académico.

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