Pasar un día en la playa haciendo un castillo de arena es entretenido, pero sabemos que es un método poco efectivo para construir una vivienda. El esfuerzo que hacemos al estudiar produce resultados similares, empleamos estrategias que no generan un cambio permanente en nuestro nivel de conocimientos. Calentar la materia es un ejemplo de esto, concentramos el estudio en las horas previas a una prueba y olvidamos casi todo al cabo de unos pocos días.
Nunca nos enseñan a estudiar
Pasamos largos años recibiendo educación formal entre el colegio y la educación superior y nunca nos enseñan de manera explícita cómo se estudia para generar aprendizaje. Las encuestas a estudiantes revelan que optamos por estrategias poco efectivas, contrarias a lo que la investigación recomienda, como releer, destacar, resumir, concentrar el tiempo de estudio, repetir mecánicamente un procedimiento sin comprender qué se está haciendo, poca variación, etc. Este problema se acrecienta si añadimos la ausencia de objetivos claros y planificación, junto con una gestión del tiempo deficiente.
La raíz del problema
En la raíz de este problema está el hecho de que el aprendizaje no es observable a simple vista, éste se produce al interior nuestro como consecuencia de una actividad mental que realizamos. Las acciones que podemos observar son, por regla general, un indicador poco fiable de cuánto estamos avanzando, y esto confunde a nuestra intuición. Solo podremos concluir que hemos aprendido cuando pasado un tiempo podamos recordar y aplicar lo estudiado.
Investigación científica
Es por ello que es necesario el rigor científico para determinar cuáles son las variables que mejoran el desempeño, y establecer las estrategias de estudio y conductas más efectivas y eficaces. Afortunadamente, la investigación entrega una serie de recomendaciones claras en este sentido, que está demostrado que mejoran el desempeño, y que al ser aplicadas nos ponen en el buen camino.